jueves, 30 de diciembre de 2010

Marbella Sagrada



“En la ciudad de Marbella hay dos fuentes minerales, que por sus excelentes virtudes llaman las santas, pues curan las más de las enfermedades. Su situación es en río Real, a una legua de distancia de la ciudad y quinientos pasos de su último molino. Tienen la particularidad que se notan en otras que diré, que puesta en un vaso y echándole aceyte, se va éste a lo hondo y se pone toda blanca como leche. Otra hay que llaman del Caybelo en el arroyo de la Víbora, a distancia de legua y media del pueblo, la que es muy medicinal: no se si se ha hecho análisis de ella para saber todas sus virtudes; pues un boticario se encargó de hacerlo para enviarlo a la botica de Su Majestad y no se si desempeñó su comisión”.

Así destacaba Cristóbal Medina Conde, bajo el seudónimo de Cecilio García de la Leña, en 1789 en su libro “Conversaciones históricas malagueñas”, las propiedades medicinales de dos marbellenses fuentes. Eran tiempos de religión prevalente y nuestro paisaje contenía, como todos los territorios de la cristiandad española, lugares sagrados vinculados a milagrosas bondades curativas, santos parajes de sanos remedios, espacios benditos en los que se superponían estratos de devoción de primitivos ritos y paganos santuarios. Vínculos con la tierra y sus elementos esenciales. Pistas para descubrir ancestrales herencias de la Antigüedad.





La toponimia “sagrada” que refiere estos sitios es variada y de este modo junto a la fuente de río Real hubo un tiempo que existió un Alcornoque Santo, tanto como el Santo Castaño de Istán y el Algarrobo Santo junto al “parronal” (sistema de plantación de viñedos) del Guadalmina, cuya última referencia es en el siglo XVIII. Santificación del lugar, superposición de religiones. Muertos, almas y camposantos de los que en la mayoría de los casos se hablaba de espirituales oídas, por los que erigían ermitas, cruces, calvarios y hornacinas.

Cerros nombrados del Moro o de la Cruz, el de la Sepultura al norte de Artola Alta, el Hoyo del Muerto cercano al Lance de las Cañas y al arroyo de la Vibora, la Lomilla de la Sacra al este del arroyo del Celoso y noroeste del cortijo del Alicate. Como cementerio de los Moros se conocían los restos de Vega del Mar, la Rábita coincidía con el entorno de las Bóvedas. Las aguas adquirían peculiaridades misteriosas como las del arroyo de la Leche que lindaba con el bujedillo de Esteril o el inquietante arroyo del Tesoro que estaba en Las Chapas y del que no se conocen sus riquezas. No hay yacimiento arqueológico en Marbella descubierto o por descubrir que se desligue de este esquema. (Disculpen lo escueto en las explicaciones sobre la ubicación, pero muchos de estos topónimos desaparecieron y sus vínculos con asentamientos arcaicos están aún por establecer, por lo cual ante el riesgo de expolio -práctica bastante extendida- evitamos dar más detalles).




De la tierra llena de metales y piedras a veces preciosas, surge todo, es el origen de Marbella. Su explotación desde antes de la historia creó un contexto en el que junto a las leyendas se forjaron fervores y frente a los mitos historias menos científicas. Fabulosos tesoros, oro, plata, plomo, cobre eran de Sierra Blanca agujereada. Cientos de minas, filones, catas, explotaciones, pozos, túneles y cuevas de ocultas maravillas, ríos argentíferos, historias de codicias y creencias sobre la radioactividad de la sierra, microclimas, magnetismos y fertilidad.

Son dominios extraordinarios cuyo milagro ha sido el de sobrevivirnos. Los sonidos retumban opacos, el agua se escucha y los aromas desprenden primitivismo. La gran mayoría están al norte de la autopista, en el piedemonte de Sierra Blanca, un vasto espacio alomado, que forma un arco colgado de la montaña, de arroyos estacionales incrustados entre paredes y rincones que se descubren andando. Un bello paisaje que se ha salvado en gran parte del empuje urbanizador, pero que corre el peligro de perderse por su abandono y por gruesas amenazas como la de construir una segunda vía de circunvalación. Precisamos trabajos de campo, exploradores para inventariar todo lo visto para así protegerlo. Un reconocimiento y revisión sobre el terreno para que nunca nadie argumente desconocimiento como exención de culpa. ¿Quién se apunta?


jueves, 23 de diciembre de 2010

El gusto es nuestro



Sobre gustos está todo escrito. El mío es personal e intransferible, como el de cualquiera. En cuestiones de estética no hay gustos peores ni mejores, solo gustos. Lo que a uno puede parecer hortera y hasta kitsch a otros les resultará maravillosa expresión de arte. En la libertad de gusto está el gusto por la libertad, como en la crítica del gusto está el gusto por la crítica, que es vanguardia y aguijón, en este caso de la marbellense estética, en concreto la de sus esculturas públicas y afinando más aún, la de estos años de ciudad turística. Me refiero al mobiliario que ocupa espacios cuyo fin es el de embellecer, aunque en ocasiones dañan la vista y ofuscan el ánimo.

Caso honroso las de Vicente de Espona, repartidas unas, partidas en pedazos otras como el Sol de Marbella. Me gustan. Contienen mensaje, arte, tiempo y lugar. Siempre llamaron mi atención las de Antonio Bueno que rematan esas estilizadas columnas que enseñorean el hotel Andalucía Plaza. Las reproducciones de los bocetos de Dalí convertidas en bronce epatante me resultan gratas más que nada porque añaden un matiz de surrealismo urbano y son participativas, incitan a ser tocadas, que ya es algo. De las restantes docenas sembradas en parques, jardines y otros espacios cultuales (por eso del culto a la personalidad política que lo promovió) pocas salvaría de su fundición en el horno o como mucho quedarían guardadas en una cámara de los horrores estéticos y de los errores políticos, porque remite al gusto del que gobierne y de sus ciudadanos ya que los gobiernos suelen ser reflejo de la sociedad y la ciudad expresión de sus gobernantes. No siempre pero casi. Algunos ojos brillan con mal brillo, pero es cruel realidad social, cultural y política de nuestro municipio y de muchos otros de la Costa del Sol.

De hecho, entre las conclusiones de un Congreso Nacional de Historia del Arte que se celebró en Málaga en 2004, llamó poderosamente la atención y se denunció, una epidemia de mal gusto que afectaba a los municipios de nuestro litoral en cuestiones de arte urbano, en concreto centraron sus críticas en Torremolinos, donde monumentos de lo más rancio y decadente adquieren prestancia. Dime que arte gustas y te diré como piensas o, visto de otra forma, dime como gobiernas y te diré que arte impondrás. Múltiples ensayos intentan encuadrar cada ideología en una estética resultante, pero la democracia tiene muchas ideologías, tantas como alcaldes y asesores tiene España y del neobarroco emocional al postmoderno nostálgico, derivamos en grosero populismo o figurativo tópico. 






Largo preámbulo para relatar la creación de una marbellense comisión de estética que, si existiera, cumpliría este año su 25 aniversario. Creada por el entonces delegado de Cultura, Jesús Vega, al objeto de conseguir asesoramiento en cuestiones de belleza para el municipio, contaba con un versátil, por sus gustos, elenco de catorce personajes como José Pernía, Antonio Mazuecos, Rafael García Conde, Francisco Pedrazuela, Antonio Gálvez, María Eugenia Candau, Fernando Alcalá, Antonio Belón, Ramón Aymerich, Rafael Salinas, Antonio Cárdenas, un pintor de brocha fina y un representante vecinal, con la difícil tarea de alertar en proyectos urbanísticos, protocolo, carteles de feria, patrimonio histórico o promociones turísticas, sobre desvíos en el gusto de la ciudad, que es lo mismo que reconocer un mal gusto imperante o pretender imponer un buen gusto ausente, mas nunca tuvimos el gusto de saber cual era su gusto, puesto que no llegó a funcionar, como tantos proyectos chistera que los políticos gustan.

Todos los ayuntamientos precisarían urgentes comisiones de estética para que lo burdo mute en elegante o al menos se atenúe toda la apariencia gestual que circunda al mundo de la política, que no solo llamaran la atención sobre obras de arte sino también que intentaran corregir el escabroso lenguaje de los políticos con clases de comportamiento elemental, de educación en valores, para el destierro de los eufemismos, formación del espíritu ético y represión de la lenguaraz tendencia al barato descalificativo. Porque de la degeneración dialéctica resultan las desviaciones estéticas o viceversa, del envilecimiento de la acción política deviene la corrupción del gusto y de la corrupción política solo podemos esperar una estética de lo grotesco.

Por sus obras de arte los conoceréis, las que eligen y donde las colocan. Podríamos tener un inventario permanente de mobiliario artístico urbano, un observatorio estético y así saber, con cada nueva incorporación, cual es el estado de la gobernanza, vicios y virtudes. De la desproporción de imágenes, frontones y fuentes descubriríamos, presto, la avidez de poder, sospechas de descarrío. Con la temática mojigata y sensiblería artificial de faralaes y abundantes y rollizos angelillos comprenderíamos tendencias de reacción, involución y ensimismamiento. Si percibiéramos vanguardia, osadía y creatividad, equivaldría a intenciones de futuro, atisbos ilustrados, ganas de transformación. Si careciéramos de referentes, (omisión estética), me preocuparía.

miércoles, 15 de diciembre de 2010

Don Fernando Alcalá Marín




Guardo el recuerdo. La memoria clasifica el devenir y borra momentos mientras otros permanecen inalterables, acaso porque nuestro discernimiento marca la voluntad y el camino. Mi padre regresaba a casa con un tesoro. Fue un 20 de marzo de 1979. Era un libro, escaso en grosor, prolijo en contenido, que apelaba en el título a nuestra ciudad y a la dejadez de su patrimonio histórico, “Marbella, esa desconocida”. Don Fernando se lo dedicaba a su querido amigo. Con catorce años comencé a descubrir un mundo realmente incógnito. La obra finalizaba con una sentencia premonitoria: “Todavía se pueden salvar muchas cosas. Si este trabajo –en el que se condensan muchos años de investigación- sirve para crear una inquietud entre quienes lo lean, especialmente en los jóvenes y contribuye indirectamente a la mejora de la urbe y a la conservación del pequeño pero inestimable patrimonio histórico de la ciudad, nos sentiremos satisfechos”.

Pasaron los años e inicié estudios universitarios de historia. Un día, sentados en la sala de espera de la consulta del doctor Lima, entablamos la primera conversación sobre historia. Hablamos brevemente de datos, carencias, necesidades y documentos. Me animó a no desfallecer. Desde entonces, cada vez que nos cruzábamos, incluso cuando renqueante deambulaba por su apreciado Casco Antiguo, parábamos a charlar sobre estados de salud, investigaciones y trabajos.

Quiso el destino llevárselo sin ser nombrado hijo predilecto de esta ciudad y la casualidad determinó que fuera yo el instructor de ese nombramiento, que ahora llega con un incomprensible retraso. Tal como lo propuse otros lo han otorgado. Gracias. Les dejo con un resumen de ese informe que sintetiza causas y respetos, aunque las deudas de los sentimientos nunca pueden ser saldadas con palabras.





El instructor que suscribe, Francisco Javier Moreno Fernández, asistido del Secretario General del Excmo. Ayuntamiento, D. Antonio Ramón Rueda Carmona, que actúa de secretario, ha dado fin al encargo que le confió el Presidente de la Comisión Gestora D. Diego Martín Reyes por Decreto de la Presidencia de 7 de marzo de 2007 y

Resultando.- Que, según establece el artículo 4 del Reglamento para la concesión de distinciones honoríficas del Excmo. Ayuntamiento de Marbella, “El Título de Hijo Predilecto de Marbella sólo podrá recaer en quienes hayan nacido en Marbella”. Teniendo en cuenta que desde 1981 fue modificado el artículo 20 de la Ley del Registro Civil y posteriormente con la Circular de 11 de mayo de 1988 sobre traslado de las inscripciones de nacimiento, el lugar de nacimiento no tiene por qué ser el mismo que el de alumbramiento, algo que impide que miles de marbelleros nacidos antes de esa fecha puedan ser considerados como tales y, por el contrario, otros tantos, sin haber nacido en el término municipal, si puedan serlo.

Resultando.- Que según se ha podido saber en la instrucción de este expediente, D. Fernando Alcalá Marín nació en la ciudad de Ronda, provincia de Málaga, según se desprende de diferentes biografías publicadas como introducción a sus libros: “Como su padre era militar, con cada ascenso venía un traslado, y con tantos traslados los hijos nacían en lugares distintos: dos vinieron al mundo en Cortes de la Frontera, dos en Barcelona, Isabel en Cádiz y Fernando en Ronda. Pero cuando la veleidad de una bomba, durante la Guerra Civil dejó a la familia Alcalá sin casa en la calle Tomás Heredia de Málaga, se fueron para Marbella y Fernando no se movería de ella por siempre jamás”. Del mismo modo, en Marbella, esa desconocida se afirma lo siguiente: “Aunque nacido en Ronda, Fernando Alcalá Marín se considera marbellero de abolengo, pues antecesores suyos por vía materna, residían en Marbella ya en el siglo XVI”. También en Marbella, los años del turismo, 1997, se abunda en el tema: “Fernando Alcalá Marín es, por línea materna, marbellero de estirpe. Su bisabuelo José María Marín Andrades y su padre Antonio Alcalá Calmaestra fueron alcaldes de Marbella en momentos históricos muy comprometidos”.

Resultando.- Que el Reglamento para la Concesión de Distinciones Honoríficas impediría en este caso la concesión del “Título de Hijo Predilecto” aunque dicho concepto “nacido en Marbella” pueda dar lugar a interpretaciones o excepciones lato sensu, algo que se deja a criterio del Ayuntamiento Pleno.

Resultando.- Que además de los méritos antes mencionados, se ha acreditado que D. Fernando Alcalá Marín fue una persona muy vinculada a Marbella, con plena dedicación a esta ciudad como abogado, catedrático de bachillerato y cronista oficial del Excmo. Ayuntamiento, pionero en la investigación histórica local y defensor apasionado de su patrimonio histórico. El instructor que suscribe tiene el honor de formular la siguiente propuesta: que se conceda a D. Fernando Alcalá Marín el Título de HIJO PREDILECTO A TÍTULO PÓSTUMO de esta ciudad.

Marbella, a 23 de abril de 2008

sábado, 11 de diciembre de 2010

Séptima jornada en Los Monjes



Nadie quería ser el primero en iniciar el descenso. Algo nos mantenía allí inmóviles. Ha sido el último día de la primera fase, lo que quiere decir que hemos finalizado la limpieza y el desbroce. Objetivo cumplido y objetivo próximo porque la semana pasada Cilniana ha comenzado los trámites ante la administración autonómica para la concesión de un permiso de excavación puntual en colaboración con la empresa Arqueosur. Segunda fase a la espera.

Muchos profesionales colaboran en el proyecto de intervención pero por su vistosidad me quedo con el trabajo de mi hermano Daniel Moreno encargado del levantamiento de planos. Impresionante cómo, partiendo de un metro, lápiz y papel, ha podido recrear con tanta fidelidad la ermita.


Uno de los esforzados voluntarios, prudente en lo cotidiano, me ha sorprendido con una afirmación rotunda y alevosa: que nuestra acción lo único que pone de manifiesto son las miserias de gobernantes incapaces en el cumplimiento de sus obligaciones, las que derivan de las leyes que ellos mismos aprueban. El edificio, esas bellas ruinas ahora fotografiadas desde todos los ángulos, está en muy mal estado, urge la consolidación de sus muros. Trabajamos en ello.



La semana pasada comentamos las indagaciones respecto al topónimo Calaña o Calañas. Ángel Rojano ofrece una sugestiva interpretación que ha colgado en la página de Cilniana www.cilniana.org. Copio un extracto: 
A 1,5 kilómetros aproximadamente de la ermita se encuentra Fuente Calaña, un manantial del que brota un agua transparente que corre a los largo del arroyo. Mientras la miramos surgen algunas preguntas ¿Porque se llama Calaña?, ¿Desde cuando?, ¿De donde procede el termino Calaña? Existen algunas teorías acerca de este topónimo, pero ninguna concluyente. Para ello he realizado un estudio, siguiendo algunos de los trabajos de los profesores Jordán, Villar, Luis Seco de Lucena, y Morales Laso, acerca de las voces árabes que a su vez fueron transcripciones de nombres de lugar de origen latino. Quisiera resumir este estudio al objeto de no hacerlo extenso. Para ello partamos de la base que para realizar una análisis riguroso, debemos distinguir de forma separada la raíz y el sufijo. En cuanto a la raíz, puede tener una base prerromana, así tenemos como ejemplo:
Bar- cuyo significado es “depresión, costa, desnivel”: así tenemos Barbanza, Barbaña, Barbesa.
Tar- cuyo significado es “altura, monte rocoso”: Taragona.
Kar- cuyo significado es “piedra”, así tenemos Caraña, Caraño, Carantoña.
Sald- cuyo significado es “sal”, así tenemos Saldaña de Ayllon (Segovia), Saldaña (Palencia).
Oca- cuyo significado es “oca”, así tenemos Ocaña(Toledo), Ocaña (Almería).
Jordán identifica la raíz indoeuropea hidronimica con las variantes ub-na/ up-na/ ub-ni/ up-ni, junto con ab-na/ ap-na/ ap-ni/ responsable del apelativo latino amnis “río” y de los apelativos galo e hispánicos umna, onna, “río”. Pues bien el profesor Jordán, llama la atención sobre el teónimo lusitano abne, dativo de un  tema en -i abnis “río” y que aparece en topónimos peninsulares como Añe (Segovia), Añes (Alava) y con declinaciones temáticas  en Fuente de Año (Avila) y Aña (Lérida).
Debemos considerar por tanto la raíz prerromana  Kar- cuyo significado es “piedra”: Caraña, Carsaño, Carantoña. y el ya desarrollado sufijo -aña “río”,  lo que no llevaría a la denominación  Car-aña,  cuyo significado sería “Río de Piedras”.L  que podría llevarnos a la conclusión por corrupción o deformación del nombre a  convertir  el  topónimo Caraña en Calaña y por consiguiente deduciremos que el nombre Fuente  de Calañas, podría ser traducido como  “Fuente del Río de Piedras”.


A los que han subido a ayudarnos, a los que sin subir han mostrado su apoyo, a los que han sugerido opciones, propuestas y posibilidades, a los que han criticado con vehemencia o acritud nuestro trabajo, a todos, gracias, porque no se pueden imaginar cuanto aprendemos, porque detrás de cada persona hay un mundo, en ocasiones un muro infranqueable, que se deshace en virtudes cuando dobla el espinazo, habla con sinceridad o su mirada desprende bonhomía. 




Para ver el reportaje de la jornada
http://www.facebook.com/album.php?aid=99758&id=1443005415

jueves, 9 de diciembre de 2010

Fray Jerónimo de Pedraza




“El natural muy partido, los alientos de su loçanía muy grandes y era su porte como el de aquellos de quien se suele deçir que no cogen en la tierra o es para ellos poco todo el mundo y como al experto labrador no le desagrada la tierra que por su buena sustancia y loçanía brota maleças, pues aplicada la reja del arado lo convierte todo en frutos”.

De esta manera tan peculiar describía el padre trinitario Domingo López, a principios del siglo XVIII, a fray Jerónimo de Pedraza, hijo ilustre del convento de la Trinidad de Málaga, nacido en Marbella, que recibió el hábito el 26 de febrero de 1634 y profesó un año después: “lo aplicaron a los estudios de Artes y Theología y salió tan buen estudiante que en un concurso graduando su oposición por la primera le dieron la cátedra de Artes del convento de Málaga, donde fue a leer y entró en la ciudad cobrando grandes créditos por cátedra y púlpito y en aquella población goçando los primeros aplausos”.

Hijo de Juan de Pedraza, natural de Ciudad Rodrigo, regidor de las ciudades de Marbella y Gibraltar, y de María del Castillo, de marbellense origen, “de la gente más principal de la ciudad”, vivió su infancia y juventud, hasta que entró en el convento, en la casa situada junto al Aposento, - vivienda para la tropa que estaba más o menos a la altura de Tejidos Nuria-, en el barrio conocido por el nombre de su padre. Zona abierta por urbanización desde el último cuarto del XVI, frontera a la muralla, que alcanzó el calificativo de calle Ancha de Pedraza.

Como buen regidor que se precie acumuló pronto propiedades entre las que destacaba la lucrativa mancebía de la calle o plazuela de Pedro Ortega, en el mismo barrio de Pedraza y que para ubicarnos estaría en el fondo de saco entre la plaza de la Victoria y la calle Muro, donde se construyó el mercado de abastos franquista. Cuando se realizó la prospección arqueológica en el solar tras la demolición del mercado, aparecieron los restos de una solitaria vivienda, –ninguna estructura más derredor-, curiosamente fechada entre el XVI y el XVII. Los beneficios se ampliaban con la mancebía de la calle de la Soledad de la que los herederos de Juan de Pedraza recibieron censo perpetuo.




Pero volvamos a fray Jerónimo. Su biógrafo lo sitúa en Marbella poco después de 1635 “…pidió licencia para ir a visitar sus deudos…”, vacaciones familiares con retorno complicado: “Embarcose para Málaga y en el mar imbiole [enviole] el Señor una tan derecha tormenta, que sin remedio iba la varquilla a pique”. La descripción que sigue es prosa bella: “Vio a sus ojos en salud repentinamente la muerte y al mismo tiempo alumbrole el Señor el entendimiento representándole con viveça el juicio que esperaba, el infierno que atesoraba y la gloria que perdía. Quería arrojarse a la tabla de la contrición para salvarse y no podía y cargando en esto la consideración avivó el dolor de suerte, que su gran copia de lágrimas pudieran aumentar el mar mismo”.

La tormenta cesó y pudo llegar a buen puerto, pero este suceso o quizá algún otro evento de su estancia en Marbella cambió su ánimo: “… pidió por cama una desnuda tarima; por alimento solo yervas; por recreo las mortificaciones y por libros solo a Iesuchristo Crucificado y haciendo una Confesión General començó a entablar una rigorosísima vida”. Renunció a la cátedra, se dio a la oración, al ayuno y a disciplinas sangrientas “los cilicios eran muchos y de agudas puntas de hierro”. Marchó a Córdoba donde procuraba “… aplacar las divinas justicias y solicitar la divina misericordia”.

Sucedió que a su regreso a Málaga en 1649, azotaba una epidemia de peste, su fin se acercaba y los trinitarios quisieron guardar su memoria relatando abnegación, sacrificio y hechos milagrosos: “Asistió a los enfermos, con caridad indeçible enterró los muertos. Salió a la ciudad a confesar los apestados… curaba con sus manos aplicando las medicinas y limpiando las materias y si estaban en parte deçente besaba las llagas”.

Su muerte no pasó desapercibida, al menos para quienes ejercen de hagiógrafos y atribuyen santidad: “Tocose del traidor y enemigo achaque y le dio, aunque con ardentísima calentura, sin frenesí ni delirio. Sirvió contagiado hasta que del todo le faltaron las fuerças… y tomando una cruz se retiró a una parte secreta y se hincó de rodillas y espiró, Fuéronle a llamar los padres capuchinos para que comiese y lo hallaron hincado de rodillas, difunto, despidiendo de su cuerpo tan suavísimo olor, que dejó bañado el hospital todo y tan agraciado y hermoso el rostro, que parecía como rostro de ángel”.

sábado, 4 de diciembre de 2010

Sexta jornada en Los Monjes




Agua. Lo cambia todo, huele distinto, suena en murmullo, limpia muros y atmósferas. Todo torna en plateados matices, el brillo de las piedras del fondo confunde, esa transparencia es trabajo de la pureza del lugar.


Lo tenemos tan claro que, nada más llegar, sin más explicaciones que las justas, manos a la obra. Diez osados, con cuatro nuevas incorporaciones. ¡Bienvenidos!. Explicaciones, detalles, antecedentes y actualidades. Ya mostramos orgullosos lo realizado. Hacía frío, el gran gris no ha dejado ejercer al sol.


Curioso el topónimo que da nombre al arroyo "Calañas". Trabajamos en su interpretación. Si alguien puede colaborar lo agradeceremos. 
Si partimos de la premisa de que tiene origen andalusí, la raíz "cala" vendría de qalat (torre fuerte), el sufijo -anna como Guadiana. Es una hipótesis.


Sabemos tan poco de la historia del lugar que cualquier dato es bien recibido, necesitamos manos pero también cabezas pensantes, gente que reflexione y recuerde. Cualquier referencia documental, indicio o sospecha sirve.


Hace unos días me hablaron de "Pepillo el de Los Monjes", miembro de la familia que habitó la ermita y que falleció hace muchos años. Me dijeron que su nombre era José Gómez Duarte. Corríjanme si no es.


Me gustaría saber más.
Puedes ver el reportaje de hoy en el siguiente enlace


http://www.facebook.com/album.php?aid=98745&id=1443005415&l=b472dfa54b

miércoles, 1 de diciembre de 2010

Grifos de oro



Fue nuestro cuento de las mil y una noches, con sultanes, palacios de fantasía, odaliscas, serrallos y fulgores dorados. Marbella se ensimismó de exotismo, orientales imágenes que recrearon un mundo de fábula a medio camino entre los paisajes Disney y los misterios de la Alhambra, todo por adaptarnos a un nuevo mercado turístico de jeques y emires de emiratos cuasi desconocidos, príncipes de enriquecidos reinos, del petróleo beneficiados, que buscaron legitimación de su poder, escape y distensión, en este oasis mediterráneo de la nueva España democrática.

A finales de los Setenta el príncipe Fahd de la Arabia, con toda su corte, se alojó en la clínica Incosol. Deseó construirse una residencia veraniega y así se cumplió. De la lámpara maravillosa comenzó a manar en abundancia nunca antes conocida dividendos en forma de petrodólares y el mercado, el inmobiliario y el de servicios, se revolucionó. Todo lo que tocaban se convertía en oro, ya fuera por fulgurantes plusvalías del terreno o por míticas orgías y millonarias propinas que fulanos y menganos se encargaban de propagar hasta convertirlas en leyenda.


Nuestra maquinaria turística, bastante noqueada y degradada, con síntomas de decaída nostalgia, asumió la oportunidad, troqueló los carteles en arábigas grafías y acudió al referente más cercano y admirado, un pasado de andalusíes palacios y otros más lejanos y orientales, con sus motivos más conocidos y sus recreaciones del siglo XIX. Así, lo mismo una piscina de azul clorado remitía al patio de los Arrayanes, que un jardín de verde césped se reconocía por su maravillosa fuente de los Leones. Las casas ascendieron a la categoría palaciega, que es más que una vivienda porque posee nobleza y lujo inalcanzable para el común de los mortales. Se revistieron de espléndidos tejados de verde vidriado, hermosas cúpulas, maravillosos arcos de herradura, delicadas celosías, impresionantes puertas doradas y patios de resplandeciente mármol.

Hasta la toponimia cambió. Aparecieron por doquier edificios, centros comerciales, tiendas y productos con la marca Alhambra, Alcazaba, Azahara, Generalife, Oasis, al Andalus o Zoco. Como ocurre en todas las recreaciones se perdió la originalidad, puesto que la deslocalización desvirtúa y la adaptación a los diferentes estilos confunde. No hubo fijación por uno determinado y lo mismo se mezclaba en confusos revivals el alhambrismo más virtuoso con el preciosista iranio o el creativo yemení. Incluso se abordó la contemporaneidad islámica en abstracciones y esquematizaciones difíciles de explicar. Conjuntos que sustituyeron la íntima vida del hogar musulmán en un fachadismo epatante para ser bien visto y mejor admirado.


Una Milla de Oro, variada en el gusto, desde el más hortera, hasta el más elegante y discreto, que también hubo buenos trabajos, más de los que parecen a primera vista. La moda por lo exótico había llegado desleída y desnaturalizada, pero importaba poco o nada, que de clichés y tópicos sabemos más que nadie, tan acostumbrados estamos a darle la razón al visitante. El cercano oeste de Marbella se urbanizó pronto. Comenzó por El Oasis, continuó por las Lomas del Marbella Club y alcanzó Nueva Andalucía. Fue el entorno más cercano al palacio del monarca y a la mezquita. Villas de ostentosa imagen que incluso llegaron a copar titulares periodísticos como las más caras de España. El fenómeno se extendió y la Costa del Sol sumó esfuerzos y estilos en puertos, hoteles, conjuntos de apartamentos, restaurantes y discotecas. Vayan a Puerto Marina de Benalmádena y comprenderán lo que digo.


Los lejanos por inaccesibles palacios, de inconfesables secretos, fueron menguando en interés según perdíamos cuota de mercado árabe, a la vez que una impronta clásica europea muy manierista comenzaba a asomar como reacción. Un día nos dejó de gustar el árabe y sus arcos de herradura. Comenzamos a aprender ruso en cirílicas grafías.

Andaba en mis menesteres investigadores a finales de los Ochenta, fotografiando casas en busca de respuestas a semejante fenómeno cultural, (que se plasmó en memoria de licenciatura inédita de rimbombante título, “Arquitectura neoárabe contemporánea en la Costa del Sol occidental”), cuando ante una de varios cientos de metros cuadrados a granel, una persona se inclinó ante la ventanilla. Era un trabajador, que preguntó por el motivo de tan extraña presencia con amenazadora cámara en ristre. Creo que no entendió mis explicaciones, porque nunca olvidaré su contestación: “En esta casa no hay grifos de oro”. “Por supuesto”, le contesté ante el cariz del momento, “nunca lo habría imaginado”.


viernes, 26 de noviembre de 2010

20.000 visitas en esta travesía del desierto




Es compañía y motivo, susurros anónimos de aliento, silencio frente a la pantalla, áridas noches de quedas recogidas, inquietud por el que dirán y convicción en el camino, una travesía del desierto dura de vericuetos, las visitas son bálsamo y parte, rodaduras para el deslizamiento sin fracturas. 

Mi vida es esta, quien quiera conocerme solo tiene que leerla. Tan ácido como sarcástico, para sensible hasta el llanto, de rebelde inoportuno. Orgulloso marbellense, con altanería en el tuétano prendada, de Marbella sin disecar, nada rancio, leve en el camuflaje, franco con la franqueza a cuestas, que pesa tanto como hiere.


Es también aniversario, doce meses, setenta entradas, Marbella Express es mi plataforma, sin condiciones, reparos ni retribuciones, solo facilidades. Sonrisas en la calle, "te leo en el periódico", el rubor aflora, creo que moriré avergonzado. "Gracias" musito. 


No lo esperaba, no existía plan preconcebido, desde la nada se amasan las palabras y hacia un abismo caen cuando se dirigen a la rotativa. El fondo no se ve, se presiente el batacazo, el riesgo es latente, el beneficio pródigo.


Gracias marbellenses, gracias a los que desde los Estados Unidos, Suecia o Gran Bretaña siguen con asiduidad las entradas.


Si alguna vez consiguiera salir de este desierto.

miércoles, 24 de noviembre de 2010

Demoliciones




Ha sido más difícil encontrar la fotografía que escribir este artículo. Estaba arrumbada en una de esas cajas sin fondo, donde se guardan objetos con la esperanza de que algún día sean útiles atributos de la memoria. El objetivo no es nada trascendental, ni siquiera bonito, muestra una horrenda estructura de hormigón, denota especulación y urbanismo salvaje, todo enmarcado en un marbellense horizonte de fondo marino, suaves lomas y virginales bellezas vegetales. Los colores delinean los volúmenes grises, el contraste acentúa el negro, las sombras dominan e inquietan.

Nos habíamos acostumbrado tanto a su presencia, que ya no parecía tan feo. Sucede cuando te cruzas reiteradamente por Ricardo Soriano con un condenado malayo que aparenta ser menos ladrón o cuando de tanto ver a un político en los medios puede parecer hasta bueno. Todo es ficción. Las imágenes condicionan nuestras vidas, marcan ritmos y crean opinión. Lo desagradable de tanto repetido acostumbra la vista, moldea el gusto y matiza la repulsión hasta dulcificarla.




Fueron años brutales los del inicio de la década de los setenta, la Costa del Sol había entrado en la fase de los operadores turísticos internacionales, multinacionales que no entendían más que de anónimas construcciones, rentables inversiones y millones de turistas charter. Marbella era campo de batalla de una guerra por la apropiación del espacio para la explotación de sus recursos naturales y de la mano de obra barata. El ayuntamiento de Marbella comenzó a hacer aguas ante tamaña avalancha constructiva. Fueron años de expedientes, presiones, planes comarcales, generales, parciales, disquisiciones sobre el modelo, defensores y detractores pero ningún edificio se demolió, apenas hubo denegaciones o paralizaciones. En la contienda legal se utilizaron muchas armas cargadas con munición de voluntades poco incisivas y eficaces. Las órdenes judiciales de demolición se desatendían al llegar a las comisiones provinciales que aplicaban la existencia de interés público, que aconsejaba la conservación de los edificios, al amparo del artículo 228. 1 de la Ley del Suelo de 1956, lo que en la práctica suponía una carrera por habitar los inmuebles. Ayer como hoy.

El proyecto de la añeja estructura era tan legal como pudo ser el de la estratosférica Torre Real, muchísimo más lícito que la imponente clínica Incosol y menos dañino para el paisaje que los apartamentos Coronado, la torre Marbella del Este, el Don Pepe, Don Carlos, Don Miguel o el Skol, alguno, por cierto, reseñado ahora como ejemplo de buena arquitectura. El edificio, que proponía 500 habitaciones, recibió todos los parabienes municipales, provinciales y de los estatales organismos turísticos pues iba destinado a ser un hotel de cinco estrellas, pero ocurrió que llegó tarde, una traumática crisis internacional, llamada del petróleo, -como si la viviéramos ahora-, retrajo la inversión y quebró la confianza. La Costa del Sol tornaba en costa de los esqueletos, cadáveres que engrosaron la nómina del limbo de la especulación inacabada, un vacío a la espera de resurrección financiera, como esperaron los impactantes bloques de Sofico en la Haza del Mesón o el edificio Marina de la entrada al Puerto Pesquero. 



El esqueleto, paralizado desde mayo de 1975, pese a varios intentos de recuperación en el 78, en el 80 y en el 90, había caducado en sus pretensiones hoteleras y no se le permitió reconversión en apartamentos. No encajaba en el modelo actual, del que solo falta saber cual es. Igual hubiera quedado bien como museo, poco se han rentabilizado los 175 millones de pesetas invertidos, porque todas las grandes ciudades y mayores países dedican espacios museográficos a sus rasgos más significativos y en Marbella el turismo y por ende su urbanismo es el que más nos identifica en este medio siglo inmediato. De las diez plantas dedicaríamos alguna a los pioneros, a quienes creían en el discreto encanto de las vacaciones, a las humildes y andaluzas casitas de veraneo. Otra sección mostraría la internacionalización, los “typical Spanish”. Una más oscura por escabrosa sería un monográfico sobre las diversas formas de corrupción, con sus maletines amontonados, billetes esparcidos de 500 euros y colchones rasgados. En toda la sala atronaría un estremecedor "papel que muevo, papel que cobro". Otra sección estaría dedicada a la “Buena fe” y la malagueña virgen de la Buena Fe sirve, a ella se deben encomendar promotores y compradores, mientras un audiovisual demostraría que las leyes están para cumplirlas, pero que las compensaciones son norma superior a la sentencia de un juez.



En la última planta, una salita que solo se abriría bajo cita previa, pues no precisa más, incluiría el tema de las demoliciones, tres fotografías y un poco de polvo. Finalmente, ya en la puerta de servicio, colgaría un cartel con la imagen de un político que se erige en adalid de la restitución de la legalidad con el derribo de un inmueble que fue legal a la vez que se erige en adalid de la legalidad con la negativa a demoler nada que huela a ilegalidad manifiesta de los noventa, esté o no habitado. La buena fe, ya saben, y esas ganas irrefrenables de contentar a todos. Un galimatías tan incomprensible como la trayectoria de este urbanismo tan consumado en los hechos.

sábado, 20 de noviembre de 2010

Quinta jornada en Los Monjes




Mañana gris, de esas que infunden tristezas, silencios y melancolías. La lluvia no ha querido importunarnos -es la segunda semana que espera hasta que terminemos- y hemos avanzado en el lateral oriental, el de los contrafuertes que se agarran profundos para no caer en el lecho del arroyo.


Está seco, ahora también limpio, y elucubramos sobre su belleza cuando el agua corra. Las zarzas nos han dejado como "ecce homos". Ha sido una lucha sin cuartel, con todas las armas dispuestas. Una sola se aparta, pero unidas son "enemigas" difíciles de batir, como suele ocurrir con Cilniana que para defender el patrimonio araña.


La visión del edificio ha mejorado tanto y el ruido mediático de nuestra campaña es tan sonoro que las visitas han crecido considerablemente. Mucha gente pasa, aunque sea solo para saludar. Saben de la actividad, nos conocen, envían mensajes de apoyo y nos reconforta.


En el descanso nos hemos reunido y ha surgido el tema de los orígenes, de los porqués y el cuando, algo difícil de dilucidar por su carácter popular y la escasez de fuentes escritas. Sabemos que a principios del XVI se instalaron en Marbella unos franciscanos de la familia de los Menores, observantes surgidos tras la General Reformación de 1517, defensores de la auténtica pobreza evangélica, como los describía en 1615 el cronista Juan de Santa María: “de hábitos cortos y estrechos y remendados de sacos… de andar descalzos el pie por tierra, en el guardar con grande extremo la pobreza y en procurar recogerse más, habitando de ordinario en lugares algo más apartados y solitarios”. 


¿Quién sabe si fueron ellos u otros, si estaba alguna orden religiosa detrás o fue resultado de la devoción popular? Estas ermitas son consideradas milagrosas, con propiedades curativas, "De los Remedios", se construían cercanas a una fuente (no hemos hallado ninguna y la más cercana, la de Calañas, está a más de un kilómetro de distancia). En ocasiones son hitos naturales (una gran peña por ejemplo) o algún hecho mítico sucedido en el lugar (una aparición). Nos quedan muchas incógnitas.



En este ambiente de alejamiento espiritual de los centros urbanos existen ermitas para vivir en soledad, despegados de los bienes mundanos, en la máxima pobreza, orando y haciendo penitencia, son los “desiertos” o “yermos santos”, espacios extremos, alejados del mundo civilizado, generalmente en lugares recónditos y agrestes, donde se desarrolla una vida espiritual tremendamente exigente.

Tan exigente como nuestra labor que avanza a buen ritmo. Terminamos agotados, también renovados en intenciones. Quedan pocas jornadas.

jueves, 18 de noviembre de 2010

Los arquitectos de Banús




El 22 de abril de 1963 Banús presentó en el Ayuntamiento de Marbella un programa de actuaciones a desarrollar en cinco años. Paulatinamente, incorporó planes parciales que fueron aprobados sin apenas objeciones. Preveía la construcción de la urbanización en diferentes fases divididas en sectores, -supermanzanas-, tal como lo había planificado en el barrio del Pilar de Madrid. El objetivo era convertirlo en un gran centro turístico con todos los alicientes y servicios, una urbanización autosuficiente, paradigma de una nueva forma de vida basada en el ocio y, por tanto, alejada de los años de subsistencia y penurias que azotaron España en la posguerra. Una ciudad ideal, la mayor operación urbanística de la historia de Marbella, expresión del desarrollismo triunfante, escape de la autarquía, que nos sumergía directamente en Europa ya que mostraba la mejor imagen del Régimen.

Su denominación, Andalucía la Nueva, reflejaba la intención de convertirla a imagen y semejanza de un pueblo andaluz: zonas residenciales cerradas, una gran plaza común, iglesia, plaza de toros, zona de servicios, barrios obreros o poblados de servicios, una marina y zonas residenciales abiertas de viviendas unifamiliares. 




Banús en una entrevista en la revista Cuadernos para el Diálogo, fechada en 1977, declaraba sus nuevas pretensiones una vez desarrollado el proyecto inicial: “un pueblo donde el arte tenga un sitio, donde pasen temporadas maestros del arte, donde haya una especie de universidad, donde puedan desarrollar tranquilamente sus facultades… ya se están haciendo proyectos en torno a ese lugar en el que no podrán entrar coches, aunque habrá cerca sitios destinados a aparcamientos”. Se refería a los poblados autosuficientes planeados en la memoria del proyecto de ordenación: “Para completar el ambiente de vida agradable que pretendemos crear en nuestra Ciudad-Parque necesitamos reunir en composición cerrada unidades de habitación para en estas agrupaciones que van a ser verdaderos pueblos, conseguir unas condiciones de ambiente y de vida análogos a las de la región con su definido carácter andaluz-mediterráneo. En estos pueblos de calles estrechas y plazas tranquilas, donde la vida se ha de centrar en los patios y jardines de las casas, y en barriadas de estos poblados se situarán viviendas para empleados y servidores, así como los pequeños talleres de artesanía”. Urbanismo de sustitución y recreación, en los que los nativos pasaban a formar parte de un ejército de servicios. Una simbiosis de tradición y modernidad adobada de tópicos “humanísticos”. La propuesta surtió efecto y varios pueblos fueron construidos como fue el caso del ubicado en las Brisas del Golf, firmado por Antonio Miró y José Serrano Súñer, pero fueron proyectos donde el ambiente bohemio brillaba por su ausencia.

Para formalizar sus planes no escatimó en gastos ni en arquitectos, docenas de ellos, que participaron en distintos cometidos, ya fuera urbanístico, arquitectónico o paisajístico. El único nexo de unión entre ellos era el del andalucismo del conjunto, el del cumplimiento de una idea preestablecida que los profesionales aplicaban con ligeras variaciones. 





En 1962 habían comenzado las labores de explanación y de instalación de infraestructuras pese a que el plan general definitivo aún no se había aprobado. La planificación se había encomendado a Antonio Bonet Castellana, cuyos trabajos en la ordenación de la Manga del Mar Menor por esas fechas no debieron pasar desapercibidos para Banús. De hecho, la urbanización de la zona guardaba muchas similitudes con lo que se iba a construir en Marbella, así como en los aspectos legales al acogerse a la Ley de Centros Turísticos para poder acceder a los créditos estatales. Bonet, que había alcanzado fama en los años treinta del siglo XX como miembro del GATCPAC, por sus colaboraciones con José Luis Sert y por su formación en el taller de Le Corbusier en París, además de sus trabajos desde el exilio en Argentina y en especial con sus proyectos como urbanista en Punta Ballena en Uruguay y el plan Buenos Aires, había regresado a España a principios de los sesenta para iniciar un proyecto en Salou junto a Jordi Puig Torné.

Bonet elaboró la ordenación de Andalucía La Nueva que comprendía la red viaria, los servicios urbanísticos, estudio socioeconómico, plan de etapas y ordenanzas, pero no lo hizo solo, estuvo acompañado de un buen número de profesionales.





La asociación de Bonet con estos profesionales, salvo en el caso de Manuel Jaén, parece impuesta por la promotora pues no existe vínculo ni continuidad en la colaboración. Una suerte de cuotas profesionales, quien sabe si intereses políticos, influencias y favores, pues muchos de ellos ocupaban cargos en la administración pública.

Carlos Fernández de Castro había dedicado su quehacer profesional a la reconstrucción en la posguerra. En 1943 era el arquitecto jefe comarcal de Almería. El padre de Federico Turell Moragas, Federico Turell Boladeras, acumulaba cargos institucionales como la subsecretaria del Ministerio de Obras Públicas en 1949, presidente del Consejo de Obras Públicas en 1os cincuenta y presidente del Instituto Técnico de la Construcción y del Cemento además de participar en el proyecto del Barrio de la Concepción de Madrid desde 1948.  Manuel Jaén colaboraba con Antonio Bonet en su estudio en Madrid y desde finales de los cincuenta comenzó a trabajar en numerosos proyectos en Marbella junto a Carlos García San Miguel. Eduardo Torallas López era arquitecto municipal de Cuenca y de la obra sindical del hogar en la década de los cincuenta. Lorenzo Romero Requejo había formado parte de un equipo, junto a Turell y Fernández de Castro, para el diseño del Barrio de la Concepción. Tomás Rodríguez Rodríguez había colaborado con Torallas y otros en el Poblado de absorción Virgen de Begoña entre 1957 y 1959. Francisco Hurtado de Saracho era miembro de la Real Academia de San Fernando, primer teniente de alcalde del ayuntamiento de Bilbao y trabajó para Iberduero y Banco de Bilbao, una de las principales entidades en la financiación de Banús, que a través de la inmobiliaria Bilbao impulsó la construcción de la finca Aloha bajo dirección de Luis Angoloti Apolinario Fernández de Sousa.

De los datos obtenidos en el Archivo Histórico del Colegio Oficial de Arquitectos de Cataluña, siete proyectos entre 1962 y 1965 fueron realizados en conjunto y tres de ellos, entre los cuales está el proyecto de ordenación, fechado en 1965, en solitario por Bonet. Al objeto de tener suficiente y accesible mano de obra para acometer los trabajos diseñaron el poblado Guadaiza de servicios. A su vez presentaban en 1964 el proyecto de construcción de 61 “casitas andaluzas” de las 243 planteadas. El parque del turismo comenzaba su andadura, al mismo tiempo que Bonet desaparecía de las memorias, un distanciamiento del que desconocemos sus causas, más podemos atisbar el alejamiento por parte de la promotora del modelo inicial.





El sentido de la urbanización iba dirigido a fusionar el interior con el mar mediante un eje central de comunicación que uniría el área residencial con el puerto, cruzado perpendicularmente por la carretera nacional. El desarrollo de las viviendas se planificó en composiciones cerradas con el objeto de asimilarlos a los pueblos andaluces, además de zonas abiertas unidas por amplias avenidas, propias de las ciudades jardín, destacando dos principales el eje norte sur y una carretera de ronda. Toda la actuación estaría pensada para no descomponer el paisaje.

Por aquellos años, se inició la construcción de un edificio para tiro pichón, el club de playa y centro de atracciones, firmados por Martín Abbad Bordiú; el frontón Jai-Alai, por Secundino Zuazo Ugalde y Javier de Zuazo Bengoa, que estaba situado junto a la plaza de toros diseñada por Luis María Gana, que por esas mismas fechas había realizado el diseño de la plaza de toros de Bilbao. En 1965, Luis Gutiérrez Soto rubricaba el club de golf, precedente del actual Hotel del Golf.

El proyecto de ordenación no llegó a ser ejecutado en su totalidad por Bonet entrando en escena otros profesionales. Así sucedió con el corazón de la ciudad, la plaza del Pueblo Andaluz, siendo encomendados para ello los prolíficos arquitectos sevillanos Antonio Delgado Roig, formado en el estudio de Juan Talavera, y Alberto Balbontín de Orta, que fue primer director de la Escuela de Sevilla. La plaza del pueblo, en su versión reformada, se presentaba en 1969. Un monumental espacio neobarroco, abierto hacia el sur, que contenía sendos edificios para uso hotelero. Lo sucedido es narrado por el propio Delgado Roig en amable misiva fechada en 1994: “Una vez avanzadas las obras, apareció por Marbella una compañía formada por alemanes que la adquirió de Banús y quedó paralizada pues los nuevos dueños tenían la idea de convertir aquello en hotel”. La gran plaza del Pueblo Andaluz, sin su ayuntamiento e iglesia, trocó en hotel, el Andalucía Plaza.




En 1970 había finalizado la construcción del puerto, una marina con 550 atraques y una inversión de 915 millones de pesetas. Dos años después el afamado arquitecto italiano Paolo Portoghesi presentaba con la firma de Antonio Delgado Roig el proyecto de piscina cubierta al sur de la carretera nacional. En 1973 comenzaron los trabajos de la iglesia. Los principios básicos del ideario de Banús quedaban conformados en una presentación tan diversa como los arquitectos que participaron. En la práctica, aunque desvirtuado por tantas modificaciones posteriores, se mantuvo el diseño inicial de Bonet. Se atisbaba un horizonte abierto a la entrada de capital extranjero.