jueves, 23 de diciembre de 2010

El gusto es nuestro



Sobre gustos está todo escrito. El mío es personal e intransferible, como el de cualquiera. En cuestiones de estética no hay gustos peores ni mejores, solo gustos. Lo que a uno puede parecer hortera y hasta kitsch a otros les resultará maravillosa expresión de arte. En la libertad de gusto está el gusto por la libertad, como en la crítica del gusto está el gusto por la crítica, que es vanguardia y aguijón, en este caso de la marbellense estética, en concreto la de sus esculturas públicas y afinando más aún, la de estos años de ciudad turística. Me refiero al mobiliario que ocupa espacios cuyo fin es el de embellecer, aunque en ocasiones dañan la vista y ofuscan el ánimo.

Caso honroso las de Vicente de Espona, repartidas unas, partidas en pedazos otras como el Sol de Marbella. Me gustan. Contienen mensaje, arte, tiempo y lugar. Siempre llamaron mi atención las de Antonio Bueno que rematan esas estilizadas columnas que enseñorean el hotel Andalucía Plaza. Las reproducciones de los bocetos de Dalí convertidas en bronce epatante me resultan gratas más que nada porque añaden un matiz de surrealismo urbano y son participativas, incitan a ser tocadas, que ya es algo. De las restantes docenas sembradas en parques, jardines y otros espacios cultuales (por eso del culto a la personalidad política que lo promovió) pocas salvaría de su fundición en el horno o como mucho quedarían guardadas en una cámara de los horrores estéticos y de los errores políticos, porque remite al gusto del que gobierne y de sus ciudadanos ya que los gobiernos suelen ser reflejo de la sociedad y la ciudad expresión de sus gobernantes. No siempre pero casi. Algunos ojos brillan con mal brillo, pero es cruel realidad social, cultural y política de nuestro municipio y de muchos otros de la Costa del Sol.

De hecho, entre las conclusiones de un Congreso Nacional de Historia del Arte que se celebró en Málaga en 2004, llamó poderosamente la atención y se denunció, una epidemia de mal gusto que afectaba a los municipios de nuestro litoral en cuestiones de arte urbano, en concreto centraron sus críticas en Torremolinos, donde monumentos de lo más rancio y decadente adquieren prestancia. Dime que arte gustas y te diré como piensas o, visto de otra forma, dime como gobiernas y te diré que arte impondrás. Múltiples ensayos intentan encuadrar cada ideología en una estética resultante, pero la democracia tiene muchas ideologías, tantas como alcaldes y asesores tiene España y del neobarroco emocional al postmoderno nostálgico, derivamos en grosero populismo o figurativo tópico. 






Largo preámbulo para relatar la creación de una marbellense comisión de estética que, si existiera, cumpliría este año su 25 aniversario. Creada por el entonces delegado de Cultura, Jesús Vega, al objeto de conseguir asesoramiento en cuestiones de belleza para el municipio, contaba con un versátil, por sus gustos, elenco de catorce personajes como José Pernía, Antonio Mazuecos, Rafael García Conde, Francisco Pedrazuela, Antonio Gálvez, María Eugenia Candau, Fernando Alcalá, Antonio Belón, Ramón Aymerich, Rafael Salinas, Antonio Cárdenas, un pintor de brocha fina y un representante vecinal, con la difícil tarea de alertar en proyectos urbanísticos, protocolo, carteles de feria, patrimonio histórico o promociones turísticas, sobre desvíos en el gusto de la ciudad, que es lo mismo que reconocer un mal gusto imperante o pretender imponer un buen gusto ausente, mas nunca tuvimos el gusto de saber cual era su gusto, puesto que no llegó a funcionar, como tantos proyectos chistera que los políticos gustan.

Todos los ayuntamientos precisarían urgentes comisiones de estética para que lo burdo mute en elegante o al menos se atenúe toda la apariencia gestual que circunda al mundo de la política, que no solo llamaran la atención sobre obras de arte sino también que intentaran corregir el escabroso lenguaje de los políticos con clases de comportamiento elemental, de educación en valores, para el destierro de los eufemismos, formación del espíritu ético y represión de la lenguaraz tendencia al barato descalificativo. Porque de la degeneración dialéctica resultan las desviaciones estéticas o viceversa, del envilecimiento de la acción política deviene la corrupción del gusto y de la corrupción política solo podemos esperar una estética de lo grotesco.

Por sus obras de arte los conoceréis, las que eligen y donde las colocan. Podríamos tener un inventario permanente de mobiliario artístico urbano, un observatorio estético y así saber, con cada nueva incorporación, cual es el estado de la gobernanza, vicios y virtudes. De la desproporción de imágenes, frontones y fuentes descubriríamos, presto, la avidez de poder, sospechas de descarrío. Con la temática mojigata y sensiblería artificial de faralaes y abundantes y rollizos angelillos comprenderíamos tendencias de reacción, involución y ensimismamiento. Si percibiéramos vanguardia, osadía y creatividad, equivaldría a intenciones de futuro, atisbos ilustrados, ganas de transformación. Si careciéramos de referentes, (omisión estética), me preocuparía.

3 comentarios:

  1. Querido Javi (mi PacoJavi) aprovecho este medio para desearte unas felices fiestas y pedirte se lo transmitas a tus padres (que sabes los adoro).

    beso y abrazo :)

    pd
    del post: coincido con tu apreciación sobre las esculturas de Espona y Dalí, son un regalo para la vista

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  2. ¡Han pasado muchos años desde aquella Comisión de Estética de Rafael Salinas…!

    ¡Feliz Navidad!

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